Las mujeres que trabajan y las culpas

"En el trabajo, piensas en los ni;os que has dejado en casa.En el hogar, piensas en el trabajo que has dejado sin terminar.Semejante conflicto has desatado en ti misma:tu corazon estara casi siempre rasgado."
Introducción
Hace más de cuatro décadas se inicia una tendencia de mayor participación femenina en la esfera pública, esfera reservada para los hombres.
Es bastante observable esta transición, considerando que el rol central de madre y esposa ha quedado fijo como principal rol de la mujer.
El trabajo nos provee de identidad, independencia económica, autonomía y la capacidad para conectarnos con nuestros propios deseos. Pero a pesar de todos estos aspectos positivos nuestra cultura ha marcado al rol de la maternidad, del cual depende la autoestima de muchas mujeres, como realización principal, aunque en la actualidad para muchas mujeres esto ya no es suficiente.
No trabajar afuera del hogar es no pertenecer, no sentirse involucrada en una comunidad que integra y da referencias. Algunas mujeres que trabajan y además sienten placer por lo que hacen, pueden manejar su dinero, el tiempo y la independencia que esto implica. Algunas de ellas sienten que están perturbando el pacto familiar por el cual el placer solo debe estar dentro del hogar y con los hijos.
Las familias de la posguerra y de la industrialización nos dejaron como legado el trabajo como sinónimo de sacrificio, esfuerzo y sufrimiento como valores familiares, éstos eran transmitidos por las madres y las abuelas, quienes se constituyeron en las cabezas de las familias. Los objetivos de estas mujeres eran claros: en el caso de las inmigrantes la continuación de la familia en la nueva tierra y una vida exitosa para sus hijos, como compensación de la propia falta de éxitos. Por lo tanto el rol de las mujeres debía ser el de las fuertes organizadoras del clan familiar.
La mujer dependiente y los mandatos culturales
La mujer dependiente muestra una imagen querida, por su bondad, su falta de agresión, su generosidad, abnegación, por su capacidad para estar al servicio de los demás y por el abandono de sus propios intereses y deseos en beneficio del bienestar familiar. Curiosamente esta imagen de renunciamiento despierta sentimientos de culpa, creando un vínculo ambivalente de amor-odio, atracción-rechazo. Estas mujeres buscan ser necesitadas y queridas a través de ese modelo que algún aspecto les brinda seguridad.
También se las vio a estas madres como fuertes y aguantadoras pero tristes y frustradas. En este punto se puede vislumbrar una frase encubierta que aparece como queja: "Soy una sirviente, que no sirvo para nada, nada...", lentamente esta queja se transforma en una fantasía:"si yo pudiera trabajar y ganar dinero no toleraría esta situación, esto lo hice por ustedes". Aquí se ve claramente la culpa recayendo en los hijos y también como aparece la rabia y la crítica al marido pero desplegada no abiertamente si no a través de la queja y el reclamo, esto también está limitado por las pocas horas compartidas, ya que el rol del hombre está afuera, en el ámbito público. Porque la necesidad de reconocimiento y los parámetros de identidad del hombre-padre, pasan por su relación con el trabajo, el poder, el dinero, el prestigio en el afuera.
La mística de la femineidad, al servicio de los demás pero no de sí misma, condujo a la mujer a dedicarse a los deseos y necesidades de su familia. Esto llevado a su perfección produce el síndrome de la "madre mártir" y el de esposa y madre asfixiante. No pasa lo mismo con el hombre, si bien estos también influyen sobre los juicios de la familia, le afectan de diferente forma. Los hombres son juzgados y se juzgan a sí mismo según las demandas de la cultura. Para el hombre la idea de combinar el autodesarrollo con el servicio a los demás les parece algo complejo, en cambio para la mujer parecería que es algo natural de su identidad de género. El hombre es, fuerte por naturaleza y por lo tanto asumirá la protección de su mujer "naturalmente débil". Estas supuestas diferencias secuenciales se expresan en los distintos roles que asumen hombres y mujeres(roles tradicionales).
Las mujeres son básicamente esposas y madres, en consecuencia desempeñan las tareas domésticas(trabajo no categorizado como trabajo porque no es remunerado, porque no se sale a trabajar afuera, es un trabajo invisible, no valorizado) como si fuera expresión de su naturaleza y no un trabajo socialmente asignado. En cambio los hombres trabajan en el mundo exterior, ocupan puestos de producción extra domésticos y funciones públicas.
Esto nos muestra una gran diferencia: el hombre de acción es el que triunfa sobre los demás. Dicha afirmación puede ser tramposa por que la ideología del sacrificio requiera que alguien (la mujer) se sacrifique y se satisfaga con la postergación de sí misma, hay uno que posterga y otro que causa su postergación (esposo-hijos), esto genera culpa y generalmente los que se sienten culpables son los hijos, quedando así atrapados en una deuda moral con su madre. En este tipo de intercambio se pierde el sentido de reciprocidad.
En éstas familias tradicionales las relaciones de pareja se estableció por jerarquía, el hombre era el jefe del hogar y la mujer y los hijos sus subordinados. Este modelo jerárquico venía legitimado desde lo social.
La importancia del modelo social para la construcción de la familia siempre fue y es muy importante, desde allí se estructuran las modalidades de pareja y se determinan las conductas de los miembros de la familia.
La modalidad más común en la que estos mensajes se transmitieron es la contradicción entre la conducta y el discurso verbal, por ejemplo actuar como una perfecta ama de casa y quedarse todo el día con rabia acerca de estas tareas.
El mal humor, la insatisfacción y las quejas de este modelo de mujer-madre-esposa, muestra un gran desconocimiento sobre sí misma, sus necesidades, su falta de proyectos personales y deseos propios.
Las nuevas mujeres en proceso de cambio
El proceso de creación de un nuevo rol femenino es un movimiento dialéctico entre ella, la sociedad y la cultura. Así como todavía se encarnan valores culturales como la sumisión, postergación y mansedumbre, la mujer tiende a actuar cada vez con más fuerzas, tratando de romper con estos valores, convirtiendo por ejemplo, el sometimiento en fuerza crítica que la conecte con sus propios intereses y deseos.
Quizás esta nueva forma de actuar pueda ser mirada como transgresora, pero este estilo de mujer más actual es la creadora de un tiempo y un espacio para la realización de proyectos personales.
Lo que define a una mujer como creadora es el enorme esfuerzo que realiza por auto reconocerse, saber más sobre sí misma, recreándose así en la lucha para lograr una identidad más valorizada que no solo tenga que ver con el hogar y la familia y el servicio a los demás.
La alegría de ir logrando lo que nosotras esperamos de nosotras mismas es un proceso creativo, crearnos a nosotras mismas es un acto de reparación, del mismo modo que la culpa puede ser uno de los mayores obstáculos. A partir del replanteo que la mujer haga de su propia vida van a ir apareciendo los diferentes niveles de su realización personal desde la relación con su propio cuerpo, el vínculo con los demás, con el hombre, con sus hijos, consigo misma, con el tiempo y con la espiritualidad.
Esta mujer se reconoce como resultante de su propio trabajo fecundo y no de su esterilidad, esto solo puede producirse a través de las crisis y conflictos que a veces son muy dolorosos pero que ayudan a encontrar esos cambios que tienen que ver con descubrir la auténtica identidad.
Crecer implica riesgo pero postergarse también. la sensación de complacerse, a sí misma es algo ajeno a muchas mujeres, en general, estas han hecho una gran inversión emocional en pos de la vida familiar. Sentirse eficaz y libre conlleva a mantener mejores vínculos con los demás.
Continuará...
Continuará...
Hola Liliana
ResponderEliminarMaravilloso artículo. Me siento muy identificada en cuanto a los roles mpultiples que debemos tomar las mujeres. En mi caso soy único sostén de familia, amo mi trabajo y tengo un cargo importante. Me siento valorada no sólo por mi, sino que también por mi familia, amigos, . Por la cantidad de tiempo que debo trabajar, a veces siento que no tengo resto para las tareas domésticas, aunque trato de llevarlas lo mejor que puedo, sin quejas ni victimización. Siento que tengo proyectos y quiero apoyar y acompañar los de mi hijo y seres queridos, siempre que les sea positivo para ellos.
Luego de leer tu artículo creo que voy por buen camino.
A veces, es necesario postergar algunas cosas por el bienestar de la familia, pero siempre que se haga con amor, deseo y convicción, lo que lleva a que ello sea placentero y no frustrante.
Besos